miércoles, septiembre 28, 2005

Abúrranse

Deseo, como anhela una curita a las heridas, que se conviertan en burros y compitan una interminable carrera con sus ansiedades, para llegar a la meta y darse cuenta que lo único que les queda es un trozo de pan duro de la semana pasada. Ojalá que ese cacho de pan esté contaminado con el virus más dañino que jamás haya existido ni en la mente del ser más asqueroso sobre la faz de la Tierra. Espero que se hagan unas ricas tostadas con él, le unten manteca y dulce de leche , y se las traguen, como una prostituta digiere el semen de un anciano con síndrome de down.
¿Será por que ya nadie mata mosquitos con espirales que me siento así? Lo único que me acompaña son mis uñas desprolijas que intentan digitar lo que mis emociones no saben expresar. Sé perfectamente que delego demasiada responsabilidad en ellas, pero ya son grandecitas y hacen muchas más cosas sin consultarme que mejor no narrarlas. "No sé lo que quiero, pero lo quiero ya". Así de fácil puede resumirse mi presente. Pero no quiero pecar de reduccionista y voy a extenderme en una explicación detallada de los sucesos que inquietan mi paciencia.
Había una vez un cadáver que quiso saltar las vías del subte y chocar contra las publicidades invasivas que lo observaban, pero resucitó en el intento y fue derivado directamente al Borda. Ahí conoció a un interno llamado Flan, que soñaba con ser niño malabarista en las esquinas de la Capital. Después de un apasionado romance con Flancito, ambos huyeron del hospital neuropsiquiátrico, aunque antes dejaron un pergamino pegado debajo de la mesa del comedor con chinches amarillas. El mismo afirmaba que: "El mundo se convirtió en un submarino naranja con pintitas fucsia y nosotros no estamos capacitados para vivir en un territorio tan hostil. De esta manera, le comunicamos a nuestros hermanos plutonianos que los esperamos sentados en el subibaja de la plaCita oculta de la calle Corrientes. Cada uno de nosotros tendrá una galletita en forma de anillo en sus dedos anulares, que estará apuntando a la Cruz del Sur".
Un abuelo que nunca tuve, un día me dijo: "¿Sabés lo que pasa, pibe? Vos prentendés que todos los días vengan los Reyes Magos y se coman el pastito que les dejaste, pero eso no va a pasar nunca". Reconozco haber sido demasiado incrédulo, porque los yuyos de mi jardín cerebral tienen la altura del Obelisco. Si supiera hacia dónde van las almas cuando se mueren, les pediría que me traigan caramelos cuando vuelvan, pero como no sé donde van, me los compro en el kiosco. Después me quejo de la pelotuda de mi dentista, cuando nunca hubo otro más tarado que yo. Tengo la mascarita de Scream puesta todo el tiempo en mi rostro y el único que no se da cuenta de eso, sí, claro, soy yo. ¿¡Katrina, Rita, dónde están amores de mi vida que no las puedo encontrar!? El final sería así: una lluvia torrencial de almohadas con cloroformo y nitrógeno, con todas las personas mirando para arriba, cagándose de risa. Y a lo lejos, bien lejos, lejísimo, donde el lente no llega ni con tres kilos de zoom, un chico llorando con un paraguas abierto.

miércoles, septiembre 21, 2005

Antigua repetición observadora inconclusa

Un día abrió los ojos y se clavaron en sus ojos. A pesar de estar vivo hace mucho tiempo, tardó más de veinte años en poder ver. Y la primera imagen que pudo distinguir fue la de sus ojos. Tenía los párpados caídos como si la realidad pesase mil toneladas y cayese firmemente sobre ellos. Las pestañas eran secas, ínfimas, casi transparentes. Sus ojeras resaltaban su mirada, proyectaban una sombra oscura que expresaba todo con claridad. Su iris era de color marrón, que se transformaba con la luz eléctrica. Las cejas seguían el ritmo de los párpados, escuchaban la misma melodía y bailaban al compás de la tristeza. Pero el punto claro de aquellos ojos que pude ver (cuando abrí mis ojos) eran las pupilas. Redondas, atentas, fugaces y especialistas en detectar el brillo de otras pupilas que reluzcan sus mismos pálpitos. Lentamente cierra sus ojos, y voy perdiendo visibilidad, hasta que la pierdo por completo cuando sus ojos descansan plácidamente sobre su rostro. Lamentablemente, sus ojos no siempre se sentirán tan reconfortados en aquel instante, porque ellos también pueden perseguirte, vigilarte, hacerte presentir un miedo irreversible que aterra a los más valientes. Sus ojos pueden ser incisivos como la malicia que los invade cuando te miran. Fijos, clavados en sus ojos, y esperando una mirada que proscriba cualquier esperanza de cambio. Hay momentos en que sus ojos parecen que van a estallar, permanecen abiertos, los párpados quedan rígidos y las pupilas se condensan, todo se centra en un punto donde el tiempo parece no correr, donde los gritos son mudos. Mirada nublada, concentración intacta para observar algo que no es visible. Cuando sus ojos se cierran, se abren por dentro. En su interior vislumbran figuras que aguardan ansiosas su salida al exterior. Agazapadas, lanzan sus garras filosas y se regocijan cuando hieren a la conciencia. Y sus ojos son testigos de todo esto. En algunas ocasiones, sus ojos huyen de su cuerpo. La ceguera invade su ser y todo lo que sus ojos deberían percibir, permanece invisible. Solo observan lo que ellos quieren ver y nadie puede intercambiarle las imágenes. Sus ojos se obstinan y se contraen, evadiendo la realidad. Cuando comprenden lo que no quisieron ver, sus ojos se cubren de lágrimas saladas, que forman olas de desolación en sus pupilas, las mismas olas posteriormente le dificultarán la visión.

viernes, septiembre 09, 2005

Cerrá los ojos, contá hasta tres y soplá las velitas

La imagen que encabeza este post, que fue confeccionada hace algunas horas, forma parte de la última hoja de lo que viene a continuación:

"Lo más difícil de las acciones es comenzar. Porque después uno se habitúa a la conducta que previamente lo inhibía. Aunque es verdad que luego se puede llegar a tres puntos divergentes:
a) La costumbre produce agilidad y destreza.
b) El acto es cada vez más aburrido y rutinario.
c) Se abre un pozo mental profundo, del cual es complicado huir.
En este momento siento que no debo frenar. Tengo que intentar escribir desde ahora, que tomé el colectivo en el Correo Central, hasta que me baje a una cuadra de mi casa. En realidad, está todo oscuro acá, casi ni veo lo que produce esa linda lapicera que encontré en mi casa y que desconozco a quien le pertenece. De todas maneras, a mí siempre me roban las biromes, así que no me siento un gran ladrón por este mísero hurto familiar. Lo impresionante es que yo también pierdo los bolígrafos por mi cuenta, pero ese es otro tema.
Mientras miro por la ventana, me pregunto qué perspectivas tendrá cada uno de su futuro y hasta qué punto, lo que uno puede imaginar, se llevará a cabo. Me acuerdo que Leon-o, de los Thundercats, tenía una espada del augurio, con la que podía ver 'más allá de lo evidente'. Igualmente, lo que el felino cósmico vislumbraba era un futuro a cortísimo plazo. A mí eso no me serviría para nada para lo que estoy planteando, sin embargo, no despreciaría si alguien llega y me regala una espadita como esa. Lo que me interesaría conocer es qué piensan las personas, al tener en cuenta su presente inmediato, sobre lo que les gustaría que les suceda, de qué forma suponen que lo lograrán y qué lapso de tiempo creen que les demandará.
Cambiando de tema, creo que lo único que me hace falta para vivir en mi propio mundo (cuando estoy fuera de mi casa) es que me fabrique una de esas cápsulas con rueditas en las que pasan la mayor parte de sus días los hámsters. Porque la comunicación con mis compañeros de la facultad y extraños en general es casi nula. Mejor dicho, no es como yo imagino. Mucho mejor dicho, muy pocos sucesos de mi vida son como yo quisiera que fueran. Hablo de algo totalmente sacado de contexto de la situación en la que estoy en cada momento. Ahora, por ejemplo, si me guiase por mis instintivas alucinaciones mentales, no estaría escribiendo sentado, sino que cometería actos completamente irracionales, que ni siquiera me animo a describir.
Creo que la mayoría de las persnas elegimos una forma de existir demasiado alejada de la que honestamente nos daría placer. ¿La conformidad tendrá techo? ¿Hasta donde puede anhelar un ser humano? ¿Cuando, la ansiedad por cumplir con los objetivos planeados, se transforma en una ambición desmedida? Me parece que no hay que ver el vaso medio vacío ni medio lleno, sino tener noción absoluta de cual es su contenido y aprovechar de sus beneficios al máximo; consumir hasta la última gota. ¿Será que las ganas de concretar nuestros anhelos son como la sed, que necesita saciarse para que continúe la vida?
Lo único que sé es que el deseo siempre estará, si es que no se satisface. Tal vez se manifieste con vehemencia o quizás se oculte por temor de las consecuencias que traería realizarlo. Es más, si creyera en la reencarnación, diría que el deseo es lo único que llevamos hacia la otra vida. Los deseos son los que producen que la vida tenga sentido y son responsables de que el cielo de cada mañana tenga el color que nuestros ojos quieren ver. Obviamente, la mayor expresión del deseo es el amor, que es por lo cual yo elijo respirar todos los días. El amor hacia la vida (la nuestra y la de quienes queremos) es lo que nos llevará a todos a intentar cumplir nuestros deseo. Porque a veces no sólo importa que se materialicen, sino también su eterna e inalcanzable búsqueda. Lo logré. Me tengo que bajar. Cumplí mi deseo de este viaje. Chau colectivo, gracias por inspirarme (siempre). Te amo."

lunes, septiembre 05, 2005

Este fragmento me encanta...y el libro sólo me costó dos pesos


"Mi mente empezó a divagar. Pensaba en esto: pensaba en que cada uno de nosotros experimenta todos los días unos pocos momentos de mayor resonancia que otros. Oímos una palabra que se nos queda en la mente; o a lo mejor tenemos una pequeña experiencia que nos perturba, aunque sea brevemente: compartimos el ascensor de un hotel con una novia vestida para la boda, por ejemplo, o un desconocido nos entraga un trozo de pan para que demos de comer a los patos de una laguna, o un niño pequeño entabla conversación con nosotros en una lecchería(...)."
"Y si anotáramos esos pequeños momentos en un cuaderno y los conserváramos durante unos meses, sin duda veríamos emerger determinadas tendencias en nuestra colección; surgirían ciertas voces que han estado tratando de hablar por medio de nosotros. Nos daríamos cuenta de que hemos llevado una existencia interior que desconocíamos. Y quizás esta otra vida es más importante que la que consideramos real; este estúpido mundo cotidiano de muebles, ruido y metal. De modo que a lo mejor esos instantes silenciosos son los auténticos acontecimientos que forman la historia de nuestra vida."

sábado, septiembre 03, 2005

Alguien te está mirando


Referencias:


Círculo amarillo: Mi casa
Cruz verde: El campito
Línea roja: Yapeyú
Línea azul: Liniers
Línea turquesa: Arenales
Línea fucsia: Boedo