martes, mayo 31, 2005

Chillote Chipón

Absolutamente todo tiene sentido, hasta lo más insignificante.
Eso significa que preparar un parcial domiciliario puede afectar el desarrollo normal de un ser humano. Porque hoy, después de 22 años, noté que la frase del Chapulín Colorado "que no panda el cúnico", en realidad no existe y lo que quiere decir es que "no cunda el pánico". (¿Es Krabappel? ¡Yo le decía Clavados, qué estúpido!)
Después de notar tal detalle abrumador, me colgué increíblemente con un tema de Weezer que se llama Buddy Holly, que es genial.
Al mediodía comí pan de carne con puré y utilicé cubiertos de plástico, a pesar que casi siempre le digo a la chica/señora de la casa de comidas que no los ponga en la bolsita que traslada mi almuerzo durante el tiempo que mis patas tardan en transitar tres cuadras, mientras silbo alguna o varias canciones. Hoy, por ejemplo, el tema de Weezer antes mencionado fue el que me acompañó melódicamente mientras iba a buscar la llave de la puerta de mi casa y los cuatro clones que hizo de ella el señor cerrajero.
Si se lo propusieran realmente, los cerrajeros podrían ser los dueños del universo.

jueves, mayo 05, 2005

Pulpos, pulpos y pulpos

¿Es verdad que los yogurts con frutas, generalmente, tienen a la hembra de este animal trozada en pedacitos en su interior? ¿Los tentáculos son proxenetas? ¿Manotas era homosexual? ¿Los calamares son pulpitos bebé? ¿Se pueden condimentar paellas con restos de infantes adictos a los chupetes? ¿Balá era bala?
Pienso, luego no pienso, luego sí, luego no, luego sí, luego no, otra vez sí, no y sí.
Armo un camión de rastris con acoplado y lo hago transitar por la curva de los mocasines de charol que fueron lustrados por la azafata mejor paga de Southern Winds, un bonito día de otoño, en el cual los pasajeros no protestaron por la curiosa actitud de su momentánea mucama aérea, y, a pesar de la fragilidad de las butacas del aeroplano, se inmiscuyeron en un desastroso intento por reconstruir la carta astral de Máxima Zorregüieta, para enviarla por correo a la villa de indigencia más cercana a sus prolíferas embarcaciones en el delta del Tigre.
Hoy es jueves y no hubo lluvia de meteoritos, ni para vos ni para mí. Entonces, propongo callar todos nuestros malestares y hacerlos una bolita ínfima como la humildad de los zócalos, para después introducirla en el recoveco más cariado de la muela de juicio de un camello embalsamado que se exhibe en el Museo de Curiosidades Africanas, en el año 13083, en la ciudad de Nueva York, bajo los escombros del vigésimo noveno monumento histórico demolido por ataques neonazis episcopales, durante el último siglo de existencia de álamos con peras en las ramas.
Al final del partido, el árbitro llevó el silbato a su nariz y sopló tan fuerte que el moco menos pegajoso se quedó atravesado en el alambrado de cobre de la cabina de prensa, que el día anterior había sido blindada con cartones de Resero blanco y con tapas de empanada de última generación.
Como no existe velocidad más promiscua que la de mis nudillos, corrí una carrera contra el viento, pero me tropecé y caí en un abismo de monopatines demasiado inhóspito como para morir de sed y querer suicidarme con un lápiz mecánico incrustado en el píloro.
La raíz cúbica de ocho es dos y jamás la lógica de los músculos estuvo tan bien sincronizada como en esta noche tremendamente azucarada, en la que las caricias ásperas de los murciélagos rozan mis zapatillas fucsia y la combinación de artículos de limpieza con llavecitas de candados de diarios íntimos provoca un desenlace atroz en las pupilas de los rulemanes acuáticos que se divierten jugando al polo, pero cuando terminande planchar las valijas metálicas, deciden que la opción más sentimentalista de todas es comer mondongo.