domingo, febrero 27, 2005

Life is like life is

Creo que es la primera vez que pongo palabras en inglés en este espacio. No es que no conozca el idioma, sino que prefiero utilizar el español para expresar mis emociones y mis estupicedes. A veces, el lujo es vulgaridad, esa frase obviamente no es mía. Si vos, intrépido lector de estas hojas electrónicas no conocés de quien es, poné el google y listo. Tampoco que sea la gran cita de la literatura mundial, pero se adapta a lo que quiero decir con el uso del inglés, en muchas oportunidades.
La vida es lo que la vida es. Nada más que eso. Yo vivo vidas mentales paralelas que de nada sirven. Hay otras personas que viven vidas virtuales. Otros que tal vez viven vidas muertas o que nunca nacieron. Debe haber millones de tipos de vida diferentes. Son como subvidas, sumergidas en una gran vida. Million Dollar Baby es una gran película, el viernes la vi. También habla de esto, de alguna manera.
Según el diccionario de la Real Academia Española, nihilismo es "la negación de todo principio religioso, político y social". Yo pensaba que tenía otra definición, que era la pérdida del sentido por las cosas. Aunque se adapta también. No quiero sentirme así, pero no puedo evitarlo. No hay que negar la tristeza, tampoco agigantarla. Cuando dentro de un rato me coma un paty con tomate y queso, se me va a pasar. Pero si hay fideos recalentados no. Que tarado, hoy no comí fideos, es la costumbre. Todos los domingos se comen fideos acá. Hoy comimos ravioles. Entonces, si hay ravioles recalentados...ya fue, no importa. Ya me siento mejor ahora. Tanto melodrama para nada. Soy un caquita, diría mi abuelo muerto.
[escribir me sana]

miércoles, febrero 23, 2005

Manifiesto

Es desesperante levantarse así. Mi pieza está hecha un chiquero y no tengo ni la más mínima idea de cómo voy a vestirme. Aunque siempre parezco una persona muy segura, nadie sabe que en realidad caigo en profundos agujeros de pánico antes de cerrar la puerta de mi casa y girar la llave.
Luego de interminables instantes de discusión con el Señor Espejo, pude elegir la combinación adecuada para un caluroso lunes de verano. Llegué a la conclusión de que no puedo dejar pasar esta oportunidad tan valiosa para exteriorizar mis entrañas y salí con los tapones de punta a enfrentar al mundo. Qué digan lo que quieran; yo sabré ensordecer mis oídos cuando sea necesario.
Debo reconocer que es extraño caminar con el corazón a carne viva, que las arterias no hacen juego con mis zapatillas ni el repique de mis pasos no es tan acelerado ni está sincronizado con el ritmo de mis latidos, pero me siento tan bien así.Al principio, millones de tijeras censuraban mi nudismo emocional, pero con el tiempo pude hallar la paz, porque un par de ojos se posaron en mi y me obsequiaron la hermosa sonrisa de su rostro.
Tampoco es fácil peinarse de esta manera. El pálido color rosa de la masa cerebral que chorrea por mi frente es un perfecto maquillaje natural, mejor aún que las lagañas o las ojeras. Sin embargo, tengo que estar atento, porque tener la conciencia insolada no es nada agradable. Prefiero caminar por la sombra, sin dudas.
Sé que es prácticamente imposible que pueda imponer mi look en la sociedad, porque no todas las personas están preparadas a semejante atuendo vital, pero puedo afirmar con felicidad que todo aquel que luzca las genuinas prendas de sus emociones y sus pensamientos, nunca será preso de una moda pasajera. Porque cuando se quiebran las barreras de la hipocresía superficial, ya no hay retorno posible a su cárcel de imágenes vacías de contenido y sentimientos.

miércoles, febrero 16, 2005

Insecticida infantil

La vereda de baldosas amarillentas de mi abuela, cuando yo era mucho más niño que ahora, y las tardes de verano eran intensamente aburridas, terminaban repletas de escupitajos por todos lados, porque quien escribe, para alimentar a su cruel espíritu destructivo, jugaba a transformarse en un gigante que lanzaba misiles de agua con su boca, con los cuales capturaba a toda hormiga, ya sea negra o colorada, que osase toparse con su camino.
Hoy a la tarde hice lo mismo.

domingo, febrero 13, 2005

Cómo preparar una asquerosidad

Agarrá dos pomos de dentífrico. La contextura de su contenido tiene que ser espesa y su color debe ser verde. Derramalo todo en un pote de telgopor. Pica chocolate en pequeñísimos pedacitos y rocealo en la misma superficie. Meté el recipiente en el congelador, dormite una siesta y cuando te despiertes, casi mágicamente, tendrás helado de menta granizada.

[vomitar es gratis]

viernes, febrero 11, 2005

Rabia

Hace muchos, muchos domingos, mientras miraba de reojo "El Portal de las Mascotas", escribí este cuentito...
Rabia

Los observo mientras se hamacan. Sus pies no llegan a tocar el suelo y ese simple detalle provoca una revolución entre mis deseos más siniestros. El hilarante sonido de sus agudas carcajadas no es capaz de predecir las aberrantes intenciones que oculto tras mis ideas y esa sensación de inocencia agita los aires de mi morbosidad. Presiento que hoy será el ansiado día que invade constantemente mis sueños.
Para ellos, yo sólo soy un amigable camarada y me encanta ocupar ese confortable lugar. Gracias a mi buena fama e impecable apariencia, puedo ver en el horizonte cómo se concretará mi maldito plan. Únicamente debo soportar unos minutos más sus molestas manos y sus insoportables gritos; cristalizando mi paciencia con los estímulos de ese anhelado instante de explosión.
La plaza está repleta y hay muchos como yo acá, pero ninguno tiene los mismos objetivos, sino que se divierten al compás de una esclavitud desesperante que sus ojos no pueden ver. Yo voy a ser el encargado de reunirlos y liderarlos hacia la liberación, para recuperar nuestro espacio. Si la lucha derrama mucha sangre, mejor aún, tengo sed de rencor y mi pellejo busca venganza. No habrá remordimientos cuando corramos por el pasto sin ataduras ni cadenas.
El reclutamiento del plantel fue sencillo, todos lo de mi especie parecen querer oír mis incasables reclamos. Ninguno se mostró en desacuerdo con el mentado plan, todos están dispuestos a darle una cruel batalla a los malditos enanos parlanchines y toquetones. Somos más de cien y tenemos plena confianza en nuestras aptitudes.
Ya nadie nos va a detener, es demasiado tarde para que puedan neutralizar nuestra arremetida. Nos alineamos en círculos sobre el centro de la plaza y ahora no hay vuelta atrás. Por fin se va a saber quienes somos los verdaderos dueños de este lugar. Vamos a hacerles sentir un temor atroz que no se detendrá hasta que cese el brutal ataque. El sito elegido para iniciar nuestra revancha eterna es el arenero, afilamos los colmillos y salimos en búsqueda de nuestras presas, que no previenen la estampida y caen bajo nuestras garras.
Éstos niños ingenuos e inocentes jamás imaginaron que un caniche como yo podría masticarlos con tanta felicidad. Saboreo sus pequeños hígados mordisqueando la carne con locura, mientras veo que los gran daneses no se quedan atrás y clavan sus dientes en los cráneos de los nenes que están en los toboganes. Los dálmatas se encargan de rasguñar los indefensos ojitos de los chicos que usaban el subibaja y a lo lejos se escucha el aullido victorioso de un siberiano que mató al bebé de su ama tragándoselo vivo. Siete pequineses marrones corroen lo que queda de una niña con rizos dorados al mismo tiempo que un doberman marrón se dedica a engullir los bracitos de un pibe que colgaba del pasamanos. Ni los llantos ni las súplicas de los padres de las víctimas causan un sentimiento de piedad en el ambiente, todo lo contrario, son móviles para maximizar nuestra maldad y elevar el nivel de sufrimiento un poco más.
Los dogos pisotean cuerpos inanimados al compás de sus gruñidos violentos y persiguen la silla de ruedas de una niña que ya conoce su destino. Una pelota de fútbol naranja yace abandonada bajo un árbol y a su lado se encuentra desfigurado su desafortunado dueño. Minutos atrás, un despiadado collie se hizo un festín con su estómago mientras instigaba a un temeroso ovejero alemán para que devore al amiguito, que murmuraba escondido debajo de un arbusto. Un perro de la calle sarnoso sella la gloria revolcándose en la espalda de una bebita demacrada por el barro y la sangre coagulada en su cerebro.
La plaza se llena de ladridos triunfales, el placer de la victoria es inconmensurable. Nos inunda de regocijo el intenso aroma a excremento y orín. Mientras tanto, la gente se dispersa desesperada, llevándose los pocos infantes que lograron salvarse de la masacre. No quieren mirar atrás, sólo escapan de la tarde soleada que se transformó en una horrenda pesadilla. Nosotros percibimos su olor, sentimos el miedo que exhalan y el sudor frío que derraman al huir. Entonces, nos damos cuenta de lo que hicimos y sabemos que esta plaza es el comienzo de una historia que escribiremos con más cadáveres de niños.

miércoles, febrero 02, 2005

¡Mucha ropa!

No hay nada que me aburra más en el universo que todo lo relacionado al mundo culinario/gastronómico. Obviamente, comer queda afuera de esta afirmación. Creo que esta aversión tiene un punto de partida en mi niñez, cuando mi abuela me taladraba las orejas contándome lo que había cocinado Choly Berretiaga, Karlos Arguiñano o vaya a saber quien carajom, minutos antes de que yo llegara del colegio. Es más, ahora que recuerdo bien, hay un detalle muy importante que estuve a punto de ignorar: La hijastra de Blanca Cotta, la cocinera que escribe hace años en la revista de los domingos de Clarín, fue mi primera maestra en el Jardín de Infantes, a mis casi tres tiernísimos años de edad. Verónica, ese era su nombre. Amo a mi memoria por recordar todos los datos estúpidos que están al alcance de mi subconsciente. (En realidad esto no tiene mucho que ver con el aburrimiento atroz que me producen los chefs, pero ya lo escribí y no quiero borrarlo. Es más, ya no tengo ganas de seguir con el tema, preferiría hablar de estrellas fugaces, bonsais o del jacarandá que jamás voy a plantar, pero creo que la versatilidad de los temas podría derivar en una sopa de confusión).